La filosofía
experimental es un enfoque interdisciplinario relativamente nuevo que combina
preguntas filosóficas y marcos teóricos con métodos experimentales
tradicionalmente asociados con la psicología y la ciencia cognitiva (Knobe
& Nichols, 2017). Se puede hacer una lectura destructiva y una constructiva
de esta primera afirmación. En el primera caso, la filosofía experimental constituiría
el reemplazo, y potencial destrucción, de un enfoque tradicional, de corte argumentativo
y no experimental, por medio del cual se examina la manera en las personas comúnmente
piensan y hablan acerca algún tema de interés filosófico. Dicho enfoque, conocido como “el
método de los casos”, representaría una mala herramienta para realizar descubrimientos
factuales, debido a su carácter intuitivo y potencialmente contradictorio.
Algunos impulsores de esta crítica se han planteado seriamente escépticos
acerca de las posibilidades del denominado método de los casos (Machery, 2017).
En el segundo caso, la filosofía experimental proporcionaría métodos y
fundamentos empíricos al enfoque tradicional, estableciéndose una relación constructiva
donde la tradición filosófica también puede proporcionar a la filosofía
experimental nuevas agendas de investigación (Fischer, 2023).
Pienso
que ambas lecturas, la destructiva y la constructiva, resultan inconvenientes
porque asumen un rol incorrecto, o al menos incompleto, de la reflexión filosófica
con respecto a la generación de conocimiento. El supuesto que subyace a dichas
lecturas es que la filosofía o sus practicantes poseen algún tipo de acceso
epistémico privilegiado a determinadas propiedades o relaciones metafísicas,
en contraste al quehacer de otras disciplinas científicas. De ser así, habría
buenas razones para pensar que el método no experimental de los filósofos y el
de los científicos están en competencia, y que son comparables por alguna clase determinada de
criterios. Sin embargo, aún cuando este supuesto aplique para ciertos
casos, no se condice con la contribución
filosófica que se realiza, precisamente, donde y cuando los procedimientos
confiables de la ciencia aún no pueden emplearse productivamente. Por esta razón,
la lectura constructiva, por ejemplo, parece defender un planteamiento
circular, toda vez que se pretende abordar problemáticas filosóficas que son tales
precisamente porque aún ni siquiera parece haber claridad sobre qué es aquello de
lo que se estaría hablando (e.g., quizás, el debate acerca de supuestas representaciones mentales pictóricas). En este sentido, hasta los métodos más cuestionados
(e.g., ¿análisis conceptual?) representan una herramienta válida para una
tarea filosófica que ni siquiera acaba cuando el producto de dicha tarea es
un buen insumo para la generación de hipótesis científicas.
Como escribió Russell
(1958), aun cuando es racional aceptar lo que nos dice la ciencia porque las
teorías científicas tienen más posibilidades de estar en lo cierto que cualquier
otra, también es racional aceptar dichas teorías de manera hipotética. Algo puede
tener muchas probabilidades de ser verdadero, y estar muy lejos de serlo al
mismos tiempo.
El
científico puede seguir haciendo ciencia (y buena ciencia) sin jamás considerar
esta última afirmación. El filósofo no puede hacer (buena) filosofía cuando se
preocupa solamente de hacer buena ciencia.
Referencias
Fischer, E. (2023). Critical ordinary language philosophy: A
new project in experimental philosophy. Synthese, 201(3). https://doi.org/10.1007/s11229-023-04068-8
Knobe, Joshua and Shaun Nichols, "Experimental
Philosophy", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Winter
2017 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL =
<https://plato.stanford.edu/archives/win2017/entries/experimental-philosophy/>
Machery, É. (2017). Philosophy within its proper bounds. In Oxford
University Press eBooks. https://doi.org/10.1093/oso/9780198807520.001.0001
Russell, B. (1958). My philosophical development.
London: Allen and Unwin.