Edouard Machery, Doing Without Concepts, Oxford UP, 2009,
296pp, $74.00, ISBN 9780195306880
Según una versión
de la Teoría Representacional de la Mente (TRM) que nos sirve caracterizar aquí,
nuestros estados mentales pueden ser entendidos como ciertas relaciones
características entre un organismo y las instanciaciones de alguna representación
mental tipo. Esto último presupone una distinción entre representaciones
no instanciadas (types) y representaciones instanciadas (tokens), donde estas
últimas corresponden a la realización o implementación mental de las primeras, en
virtud de lo cual se puede decir que tales representaciones tipo, a pesar de su
carácter abstracto, pueden participar de relaciones causales por medio de los
particulares mentales que las instancian. Para evitar confusiones, se sugiere no identificar el carácter abstracto de las representaciones tipos con el carácter ontológicamete ideal de objetos pertenecientes a un tercer ámbito (e.g., un ámbito platónico o fregeano distinto al ámbito de lo podemos entender como el mundo natural que estudia la ciencia).
La TRM es una
teoría acerca de la naturaleza de nuestros estados mentales, vale decir, es una
respuesta a la pregunta de qué son nuestros estados mentales. Dicha respuesta
hace plausible la idea de que, aún cuando en la mente de cada individuo se instancien
representaciones mentales de manera idiosincrática y no compartida, también sea
posible que tales mentes compartan exactamente la misma representación mental
tipo. Sin embargo, la distinción en cuestión aún es insuficiente para
establecer la naturaleza de la relación entre un organismo, por un lado, y por
otro, la instanciación de una representación mental que puede participar en procesos
de razonamiento característicamente inferenciales. La hipótesis que complementa
la distinción anterior, y que subyace a la teorización acerca de la mente en Ciencia Cognitiva, es que
nuestras representaciones mentales tienen un carácter lingüiforme, y que, en virtud de aquello, pueden concebirse como la instanciación de oraciones mentales-tipo que expresan ciertas proposiciones. Dada
esta hipótesis, nuestros procesos mentales pueden ser entendidos en términos de la
transformación de representaciones determinadas por el carácter formal
sintáctico que poseen dichas representaciones.
La hipótesis de que nuestras representaciones o símbolos mentales con contenido
proposicional tienen un carácter lingüiforme constituye una tesis empirica acerca de la naturaleza del pensamiento que motiva uno de los supuestos centrales en la Ciencia Cognitiva según el cual nuestros estados mentales pueden ser
entendidos computacionalmente. Esta motivación se entiende mejor si se considera que los
procedimientos efectivos que describen los procesos computacionales,
expresables en términos de una serie finita de pasos (i.e. algorítmicamente), también
requieren de una manipulación de símbolos regida por reglas que se aplican al
carácter formal de dichos símbolos. De este modo, toma cuerpo el modelo según el
cual la mente es concebida como un mecanismo procesador de información, y junto
con esto, el desarrollo de un programa que pone énfasis en la simulación de procesos
cognitivos sobre la base de la manipulación símbolos portadores de información.
La información que dichos símbolos portan, según se asume, corresponde al
contenido de nuestras representaciones mentales, vale decir, a aquello acerca
lo que sea que fuesen las oraciones mentales que constituyen el lenguaje del
pensamiento (LOT). La hipótesis de que el pensamiento tiene lugar en un medio
representacional con características lingüiforme justificaría la descripción de
procesos mentales en términos de una descripción de procesos computacionales igualmente
determinados por transformaciones lógicas realizadas sobre símbolos formales. Adicionalmente, la
estructura semántica composicional de LOT, por la cual el contenido (o
significado) de un símbolo mental complejo depende exhaustivamente del
contenido de todos sus constituyentes, ha permitido asumir que lo importante de la
descripción de procesos computacionales en Ciencia Cognitiva debe ser la descripción
de transformaciones formales ya interpretados, dejando el problema de cómo
nuestros estados mentales adquieren su contenido confinado al quehacer de una
semántica filosófica que trasciende a la investigación empírica establecida por
el marco de la Ciencia Cognitiva.
En la
medida que una teoría de conceptos, filosóficamente fundada, contribuye a una
explicación acerca de la naturaleza estructural y semántica de nuestras
representaciones mentales, dicha teoría constituye el centro de una teoría de
la cognición, y por lo tanto, un problema central para la Ciencia Cognitiva y para el
tipo de filosofía de la mente que tenga interés en tal programa científico. Por
un lado, si nuestras representaciones mentales tienen algún tipo de
estructuración canónica (probablemente sintáctica), entonces es plausible
pensar que poseen constituyentes menos complejos que posibilitan dicha
estructuración, y que por lo tanto cumplen algún rol básico en los diversos procesos
cognitivos que dependen de nuestras representaciones mentales y que subyacen a
nuestras capacidades cognitivas (e.g. inferencias, categorización, etc.). Por
otro lado, si, además de lo anterior, nuestras representaciones mentales
estructuradas son portadoras de contenidos susceptibles de composicionalidad,
entonces es plausible pensar que el contenido de las estructuras más complejas
no es independiente del contenido de las estructuras constituyentes más básicas.
Si esto fuera así, el problema de la semanticidad de nuestras representaciones
mentales está ligado a explicación científica de cómo los procesos mentales que
guían nuestra conducta inteligente pueden ser robustamente sensibles a las características
cambiantes de nuestro entorno material.
Durante
varias décadas, filósofos y cientistas cognitivos han tratado de dar con
aquella teoría de conceptos que pueda dar respuesta a tales cuestiones. Ninguna
ha tenido éxito hasta el momento. Dentro del marco representacionalista que
hemos establecido inicialmente aquí, la gran mayoría de los intentos por
desarrollar una teoría de conceptos que unifique y de cuenta de una gama de
fenómenos conocidos (e.g. adquisición de conceptos, capacidad inferencial,
tipos de categorización, razonamiento inductivo, composicionalidad de los
conceptos, aprendizaje de lenguajes naturales, etc.) han asumido una modalidad
estructurada de individuación de los conceptos. Esto quiere decir que han
preferido el desarrollo de teorías de conceptos que soslayan el posible
carácter no estructurado o atómico de los conceptos. El resultado es que ahora
contamos con diversas teorías de conceptos estructurados que sabemos que no
funcionan, y con pocas teorías de conceptos no estructurados, respecto de las
cuales poco se sabe el alcance que pueden tener en el descubrimiento de
generalizaciones científicas.
Sabemos, en
general, que una teoría de conceptos en tanto representaciones mentales
atómicas tiene algunas virtudes (e.g. es compatible con el constreñimineto de
composicionalidad y con teorías causales de contenido) y algunos problemas importantes
(to be or not to be innatist?, ¿qué pasa con el contenido de los conceptos
vacíos? ¿Y con los artefactuales? Etc.). Sin embargo, desconocemos si tiene los
problemas lisa y llanamente insalvables que poseen sus más desarrolladas
contendoras. Luego, la búsqueda de una teoría de conceptos plausible no está
concluida.
No obstante
la centralidad del desarrollo de una buena teoría de conceptos, existe la
posibilidad de argumentar (como se ha hecho) que buscar dicha teoría es una
tarea inútil porque realmente no existe tal teoría. O bien, podría existir
siempre y cuando existiesen cosas como los conceptos, pero no existen. O bien,
lo que existe, en realidad, es otra cosa, y por lo tanto, es mejor orientar la
búsqueda hacia eso otro tipo de cosas que seguir buscando algo que no existe. Y,
más interesante aún, es probable que este otro tipo de cosas pueda explicar lo
mismo que los amigos de los conceptos creen que pueden explicar apelando a la
existencia de conceptos –asumiendo que los conceptos no existen.
Afirmar
esto último, sin embargo, conlleva aceptar la posibilidad de que las mismas
respuestas que se esperaban de una buena teoría de conceptos se puedan esperar
de una teoría de lo que sea que se dice que pueda reemplazar a los conceptos.
Por ejemplo, si alguien dice que es mejor dejar de buscar una teoría de C (porque
la evidencia disponible sugiere que esas cosas no existen), y empezar a buscar
una teoría de X, Y y Z (porque la evidencia disponible sugiere que esas cosas
sí existen) ya que X, Y y Z podrían responder las preguntas que C no puede,
entonces es interesante hacerle la mismas viejas preguntas a cada una de estos
nuevos constructos.
Machery
asume que los conceptos como una clase homogénea no existen y recomienda que
los Cientistas Cognitivos interesados en conceptos se concentren en el
estudio de tres clases distintas de “bodies of knowledge”, con el fin de
responder las preguntas que no han podido responder hasta el momento. En este sentido, y asumiendo un compromiso hacia algún tipo de TRM,
Machery sería enemigo de la homogeneidad y la simpleza estructural de nuestras
representaciones mentales básicas, y amigo de la heterogeneidad y la
complejidad estructural de las mismas.
Sin embargo, (por razones que se detallarán en otra ocasión) no es del todo obvio que la propuesta de Machery sea viable, ya que Machery soslaya la plausibilidad de una teoría de conceptos no estructurados (aún no muy explorada) y posterga la respuesta a la cuestión del contenido de nuestros estados mentales que los teóricos de conceptos no han podido responder. Del mismo, no resulta convincente su conclusión de que la evidencia confiable a favor de la existencia de lo que él denomina distintos bodies of knowledge es también evidencia confiable en contra de la existencia de los conceptos. El libro de Machery muestra cómo una teoría que pretende defiender la existencia de distintos bodies of knowledge puede responder muchas preguntas, pero no las preguntas importantes que uno espera de una buena teoría de conceptos.
Sin embargo, (por razones que se detallarán en otra ocasión) no es del todo obvio que la propuesta de Machery sea viable, ya que Machery soslaya la plausibilidad de una teoría de conceptos no estructurados (aún no muy explorada) y posterga la respuesta a la cuestión del contenido de nuestros estados mentales que los teóricos de conceptos no han podido responder. Del mismo, no resulta convincente su conclusión de que la evidencia confiable a favor de la existencia de lo que él denomina distintos bodies of knowledge es también evidencia confiable en contra de la existencia de los conceptos. El libro de Machery muestra cómo una teoría que pretende defiender la existencia de distintos bodies of knowledge puede responder muchas preguntas, pero no las preguntas importantes que uno espera de una buena teoría de conceptos.
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