Si el pensamiento depende de la acción o no es una cuestión fundamental para el tipo de entendimiento que se tenga de los seres que evolucionan naturalmente como nosotros. Según lo teorizado por J. Fodor, el pensamiento sería previo a la acción, dando lugar a la posibilidad de concebir agentes cuyos pensamientos están totalmente desvinculados de lo que pueden o no pueden hacer. Según lo propuesto por J. Prinz y A. Clark, esto no podría ser así, dado que el propósito de tener cerebros es guiar la acción de seres corporalizados en un mundo material complejo.
Esta es la controversia que Prinz y Clark pretenden zanjar en “Putting Concepts to work: Some thoughts for the Twentyfirst Century”. Para ellos, el pensamiento es siempre, y en todo lugar, acerca de la acción. Por esta razón, los autores desacreditan la hipótesis de que poseer un concepto no implica poseer algún complejo de habilidades. Se plantea, así, una visión opuesta que no desatiende consideraciones epistémicas o acerca de lo que el agente conoce y puede o no puede hacer. Los autores persiguen la idea de que los conceptos están orientados a la acción (“Concepts are action-oriented”).
Desde un punto de vista racionalista Fodoriano, se asume que los conceptos son entidades mentales, representaciones internas abstractas con un rol causal sobre la conducta. De otro modo, el pensar tendría un carácter epifenomenológico. Con esto, lo que se estaría afirmando es que tener un concepto sería equivalente a poseer un “vehículo” mental –de carácter concreto- que posibilita el pensamiento. Esto manifiesta claramente que el rol de los conceptos sería permitir el pensamiento, pero poco o nada dice acerca de la naturaleza de estos vehículos. Es decir, acerca de cómo pensamos realmente, si por esto se entiende la serie de mecanismos epistémicos que nos permiten atracar mentalmente en el mundo.
La visión atomicista de Fodor, que entiende los conceptos como símbolos desestructurados semánticamente en un lenguaje del pensamiento amodal, se ve confrontada a una visión alternativa, que concibe los conceptos como un “complejo de habilidades , cuyos vehículos son estructuras internas articuladas de manera sensible al contexto, de carácter conexionista/prototípico”.
Este debate acerca del tipo de vehículo detrás de la manera en que pensamos viene a sustituir una mal planteada controversia entre la naturaleza de los conceptos según el racionalismo y el pragmatismo. El debate más meritorio se da entre el racionalismo de concepto, entendido como la habilidad de pensar acerca de las cosas, y una forma de anti-representacionalismo, que plantea la inexistencia de los pensamientos.
El artículo en que Prinz y Clark abogan por un pragmatismo sobrecargado que vincula la posesión de conceptos a la acción se puede encontrar aquí.
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