George Lakoff (1999) ha planteado una manera de ver el funcionamiento de las teorías filosóficas distinta a la tradicional. Como sucede con la gran mayoría de las propuestas teóricas vinculadas a la(s) Ciencia(s) Cognitiva(s) que se han presentado como alternativas al paradigma computacional-representacional clásico, este planteamiento innovador se funda, primordialmente, en la evidencia de origen experimental. Estos últimos (corriendo el riesgo habitual de ser poco exhaustivo) deben asociarse principalmente a los hallazgos empíricos provenientes de las neurociencias, el modelamiento de redes neuronales, la vida artificial, la psicología y la antropología cognitivas.
Según Lakoff, la visión tradicional de la filosofía, desde tiempos pre-Socráticos, ha sido la de una forma suprema de pensamiento racional. En este sentido, las teorías filosóficas se han concebido como un esfuerzo consciente y sistemático para desarrollar visiones coherentes y racionales acerca del mundo y el lugar que en éste le corresponde al ser humano. Al ayudarnos a entender nuestra experiencia, dichas teorías, según delibera nuestro autor, nos dan la posibilidad de reflexionar críticamente sobre nuestras visiones (comúnmente de origen intuitivo o de sentido común) y determinar dónde y cómo debiéramos modificarlas. Concebir dicho esfuerzo racional de esta manera guardaría un supuesto central: que el razonamiento propiamente tal es capaz de reflexionar directamente sobre sus propias operaciones. Este supuesto implicaría la existencia de una razón que es trascendente, completamente consciente y autocrítica de sí misma. Al mismo tiempo, se estaría implicando que, de tener la metodología filosófica tales propiedades de acceso directo a esta razón, entonces la filosofía sería efectivamente la forma suprema de razonamiento a priori acerca de la naturaleza y los límites de la experiencia y la cognición humana.
Lakoff cuestiona el supuesto mencionado, basándose en la evidencia proporcionada por la ‘ciencia cognitiva de la mente corporalizada’. A bordo de esta nave, el autor sostiene que la razón carece de las propiedades de trascendencia, descorporalización, y total auto-conciencia anteriormente señaladas. Esto porque la evidencia estaría mostrando la existencia de un inconsciente cognitivo subyacente a todo pensamiento y razonamiento. Se postula, entonces, que la razón sería más bien corporalizada y no a priori, ya que no hay forma en que ésta pueda llegar a conocerse a sí misma. Consecuentemente, Lakoff (1999) explicita la manera en que dicho impass epistemológico podría atenderse apropiadamente:
“Therefore, for reason to know itself, and for philosophy to become sufficiently self-critical, it must at the very least make use of empirical methods from the cognitive sciences that allow us to explore the workings of the cognitive unconscious”. (p. 540).
El autor fundamenta lo expuesto en términos de una redefinición del sistema conceptual humano. Dicha redefinición se ilustra con la manera en que mucho de los conceptos filosóficos más básicos son definidos no en términos de una definición literal o de una estructura de categorización clásica, sino más bien en términos de múltiples metáforas vinculadas a estructuras de nuestra experiencia corporalizada. Desde esta perspectiva, la filosofía debiera ser vista no como la actividad de una razón pura, sino como la actividad de una razón corporalizada que opera a través del inconsciente cognitivo y que se funda y constriñe por las estructuras que dependen de la naturaleza de nuestros cuerpos y el ambiente en el que vivimos.
La evidencia empírica a la que recurre esta visión alternativa de cómo la filosofía debiera funcionar y, más específicamente, del sistema conceptual humano es vasta, aunque dista mucho de ser exhaustiva. El análisis que la ciencia cognitiva de la mente corporalizada llevado a cabo hasta hoy (como reconoce el mismo autor) es aún muy incompleto y de alcance muy estrecho, pero daría luces para “evaluar los méritos y deficiencia de una filosofía” (Lakoff 1999, p. 540).
Es precisamente este último punto el que emerge de manera más controversial cuando a lo epistémico y lo metodológico se le agrega el ingrediente ontológico. Tomando cierta distancia de las propuestas re-orientadoras de Lakoff descritas, un filósofo de las ciencias cognitivas puede, legítimamente, defender una evaluación que incluya el examen ontológico de supuestos sustantivos pasados por alto al querer plantear una nueva teoría de la mente, o de conceptos como también es el caso. Según Vallejos (2007, en borrador) se tiende a pasar por alto (muchas veces de manera peyorativa) aquel análisis que queda fuera de consideraciones metodológicas y epistémicas. Dicho análisis corresponde a la reflexión ontológica orientada a explicitar los supuestos sustantivos sobre los que se yerguen nuevas (presuntas) teorías, las que en el ámbito de las ciencias cognitivas podrían eventualmente estar motivadas por la ilusión de una mejor explicación basada en los sensacionales hallazgos de la experimentación empírica. Según el filósofo, concluir que una teoría determinada es una mejor teoría en comparación a otras, basándose exclusivamente en aspectos metodológicos y epistémicos (típicamente relacionados a procedimientos confiables de obtención de evidencia, al poder explicativo y a la parsimoniosidad de un esquema explicativo) no conduce a concluir que dicha teoría sea “expresión genuina de la naturaleza de las propiedades que subyacen a la clase de fenómenos de los que se afirma que [una teoría] A es la mejor explicación” (Ibíd.).
Lo anterior tiene una relevancia medular al momento de evaluar una teoría de conceptos, y también una de mayor alcance. Esto porque también corresponde a la filosofía analizar/evaluar/explicitar los compromisos sustanciales que asumen las teorías, así como los requisitos que estas debieran satisfacer para la individuación de las propiedades esenciales vinculadas a los constituyentes de dichos compromisos. Esta tarea no sería posible en términos de procedimientos epistémicos y metodológicos. De lo contrario, estos últimos debieran ser capaces de responder preguntas como las siguientes:
¿Qué es aquello esencial a la naturaleza de lo se quiere entender por 'concepto' sin lo cual éste no podría ser tal?
¿Qué hace inteligible (no contradictorias), en base a supuestos sustanciales, proposiciones como “los conceptos son definidos como múltiples metáforas vinculadas a estructuras de nuestra experiencia corporalizada”?
Con todo, la necesidad de un examen ontológico de la naturaleza de los (presuntos) constituyentes de lo cognitivo y lo mental, según lo promovido por alguna teoría o marco teórico determinado, es crucial porque (como se podría generalizar a partir de lo discutido por Vallejos (2007 en borrador)) son los supuestos implícitos sobre la naturaleza de los constituyentes de lo mental y lo cognitivo los que determinan el contenido de las hipótesis que se proponen acerca del rol explicativo de los mismos en la ciencia cognitiva, motivando con esto las características de los procedimientos más adecuados para obtener evidencia relacionada a dichas hipótesis.
REFERENCIA
Lakoff, G. and Johnson, M. (1999). Philosophy in the Flesh: The Embodied Mind and Its Challenge to Western Thought. Basic Books.
Vallejos, G. (2007, en borrador). Teoría de Conceptos y Ontología.
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