March 21, 2008

Notes on Abductive Manipulation 1

















REPRESENTACIÓN EXTERNA

Probablemente, una apropiada aproximación a la problemática de la ‘Manipulación Abductiva’ debe comenzar por la caracterización de representación que Giere (2004) propone en relación con la manera en que los modelos son utilizados para representar la realidad. En base al supuesto de que una visión diádica de representación, basada en una relación traductora entre entidades semejantes a las del lenguaje humano y el mundo, resulta inadecuada para describir las practicas de representación científica, este autor propone enfocarse en lo que denomina la representación como una actividad pragmática.

Según la visión computacional de la cognición, cualquier recurso representacional tiene las características de un lenguaje. Esta visión, junto al desarrollo de la lógica matemática moderna, ha dado origen al consenso epistemológico de que el “lenguaje de la ciencia” puede ser descrito y explicado en términos de una sintaxis y una semántica. Estas categorías metodológicas guardan consistencia con un enfoque lógico-proposicional del lenguaje, cuya semántica derivaría, a su vez, de la semántica de las representaciones mentales (estructuradas) del pensamiento que este lenguaje refleja al momento de ser enunciado. A su turno, la semanticidad o intencionalidad de las representaciones mentales, constitutivas de cualquier acto de pensamiento, tendría un estatus ‘original’ o ‘no derivado’, supuesto central del enfoque tradicional en cuestión que, según Wilson (2005), ha estado fuertemente constreñido por una visión naturalista de la mente. Según este constreñimiento naturalista, la intencionalidad original de la mente debiera ser explicada de manera no circular, i.e. sin que dicha explicación suponga la intencionalidad de otra cosa. A partir de aquí tiene lugar el surgimiento de una especie de programa que intenta mantenerse dentro de los márgenes del realismo intencional, posición filosófica según la cual la intencionalidad original de las representaciones mentales sería parte del orden natural de las cosas1. En este sentido, los esfuerzos por explicar el problema de la semanticidad de las representaciones mentales –continúa Wilson- han sustituido la noción de intencionalidad por otras como ‘causación’, ‘dependencia contrafactual’, ‘función biológica’, ‘historia filogenética’, y, al mismo tiempo, han dado origen a propuestas como la Semántica informacional de Dretske (1981, 1988), a la Biosemántica de Millikan (1984, 1993), y, en términos más generales, a la Teoría Casual de las Represetanciones de Fodor (1984, 1987). Con todo, la visión representacional del lenguaje en cuestión, y el correspondiente paradigma computacional de la mente, han estado subyugados al principio del individualismo metodológico. Según este principio, los procesos cognitivos causalmente relevantes para la explicación de la conducta inteligente son aquellos que están en una cierta relación de dependencia respecto del cerebro, pero que, a la vez, estarían absolutamente desvinculados del ambiente físico y social en el que tienen lugar. De lo anterior se desprende que la mente, limitada intracranealmente, sería poseedora de una rica estructuración interna, independientemente de la naturaleza misma de dicha estructuración.

Alternativamente, Giere adhiere a los planteamientos que surgen de algunos trabajos acerca de la naturaleza de la mente, en los que se sugiere que el lenguaje puede ser mejor entendido como un artefacto externo de carácter cultural. Según Clark (1997, 2006, in Press) -como un ejemplo ya casi paradigmático-, las nociones de procesador central (‘inner executive’) y de código representacional interno, en las que tradicionalmente se ha fijado el locus del pensamiento, pueden ser sustituidas por una visión alternativa. De acuerdo a esta última, los lenguajes naturales no estarían (exclusivamente) destinados a hacer público el pensamiento, como se desprende de la primera visión, sino que más bien constituirían un aspecto del pensamiento en sí mismos. Esto podría ponerse de manifiesto apelando a una dinámica de coordinación distribuida y compleja que de luces de los ciclos auto-estimulantes que los seres humanos utilizan como andamio para guiar su propio comportamiento. El lenguaje material, en este sentido, conforma un nicho cognitivo que permite no sólo la comunicación, sino que también una potenciación cognitiva, a través del desacople con el ambiente inmediato (capacidad aprendida), proporcionando nuevas capas de estructuras u objetos perceptibles para orientar la atención selectiva (o las capacidades básicas de aprendizaje asociativo y estadístico), constituyendo así un nuevo soporte para el control de la acción. Sin este nicho –se especula-, la acción de cualquier mamífero se ve capturada por subrutinas de comportamiento ecológicamente específicos. El lenguaje, en consecuencia, (de ser cierta la hipótesis en cuestión) podría actuar tanto como andamio constitutivo del pensamiento de primer orden (típicamente on-line), así como un anclaje para el pensamiento de segundo orden (típicamente off-line), en base a la creación de nuestras propias rutinas de ejercitación. Con todo, esta nueva visión estaría subyugada al principio del externalismo activo, según el cual, tal como lo ha sintetizado G. Vallejos en el último coloquio del CEC, “las capacidades limitadas del procesamiento cerebral se podrían ver compensadas por la manipulación contenida en los elementos físicos del ambiente. En la medida que estos elementos son objeto de manipulaciones adicionales originarían instrumentos o tecnologías que responden al propósito adaptativo de obtener el mayor provecho informacional posible con el mínimo gasto de energía cognitiva. En esta perspectiva, las tecnologías son extensiones o andamios del procesador básico, el cerebro, que por tratarse de extensiones culturales con base biológica, están sometidas a procesos de evolución análogos a los de los organismos”. De hecho, la afirmación específica de Clark & Chalmers (1998) es que “(...) the individual brain performs some operations, while others are delegated to manipulations of external media. Had our brains been different, this distribution of tasks would doubtless have varied”. De esta visión alternativa se desprende que los procesos cognitivos acaecerían tanto dentro como fuera de la caja craneana, superándose, de ser cierta la hipótesis de la mente Extendida Clarkeana, las debilidades explicativas de la visión traductora de la cognición. Esto, en ningún caso, inhibiría nuevas cuestiones problemáticas como, por ejemplo, las correspondientes preguntas acerca de los límites de la mente extendida, o el rol de nuestra acción modificadora del ambiente como constreñidora de los procesos evolutivos.

Este tipo de planteamientos alternativo acerca de la naturaleza del lenguaje, según Giere (2004), confinaría la sintaxis y la semántica a un estatus de categorías (metodológicas) emergentes, determinadas por el uso del lenguaje, y, por lo tanto, por una actividad pragmática. Con estas nuevas ideas en mente, se abre la posibilidad de estudiar el quehacer científico en una perspectiva que invierte los niveles metodológicos tradicionales. En consecuencia, no obstante la todavía insuficiente investigación sistemática en lo que se ha dado en denominar la dimensión pragmática (tanto de los lenguajes naturales como de las descripciones explicativas de la práctica científica), se sugiere que éste debe ser el nivel explicativo fundamental de la práctica científica, colocando el énfasis no en el lenguaje en sí mismo, sino en las prácticas científicas en las que el lenguaje es utilizado. Este cambio de foco, en resumen, implica el tránsito desde un enfoque centrado en las representaciones en sí mismas (entendidas como la relación entre entidades lingüísticas y el mundo) a otro centrado en la actividad misma de representación, lo que, según Giere, debiera incluir a los agentes intencionales con sus metas y propósitos.

De aquí, la ya conocida formulación “S uses X to represent W for purposes P.” En el contexto de las culturas científicas, esta formulación hace referencia al científico o al grupo de científicos que hace uso de X para representar ciertos aspectos del mundo para propósitos específicos. Los valores que puede tomar X, continúa Giere, pueden ir desde las palabras (en su estatus de símbolo material) hasta las imágenes generadas por computadores, siendo de mayor interés para este autor aquel medio de representación científica tradicional conocido como las ‘teorías científicas’. El rol que en definitiva toman las teorías científicas es el de modelos, entendidos como representaciones más sofisticadas que las mismas representaciones abstractas definidas por los ‘principios’ y otras ‘condiciones específicas’. Aquí, es oportuno hacer algunas precisiones respecto de la noción de abstracción y formalidad implícita en la teoría científica como modelo, ya que es el punto a partir del cual se puede introducir la noción de ‘representaciones externas’. Lo anterior, claro esta, en alusión al uso de recursos externos supuestamente poseedores de propiedades cogntitivas propias, toda vez que éstos actúan en el contexto de un sistema distribuido, posiblemente cohesionado (al menos así lo queremos plantar) en torno al principio metodológico del 'externalismo activo'. En primer lugar, para Giere la principios científicos resultan vacíos si sólo se caracterizan como leyes empíricas o generalizaciones universales y verdaderas. La caracetrización que se propone a cambio es la de vehículos para realizar afirmaciones empírica. Esto coloca el énfarsis en la función que tienen los principios en la construcción de modelos que pueden ser utilizados para realizar afirmaciones empíricas. Lo importante es que para evitar el vacío implícito de las leyes empiricas, dichos principios deben tener un referente explícito. Dicho referente sólo lo podrían constituir de mejor manera aquellos objetos altamente abstractos que, por definición, logren exhibir todas y solamente las características especificadas en los principios. De este modo, dichos principios estarían en condiciones de actuar como 'plantillas' (templates) para la construcción de objetos abstractos más específicos denominados 'modelos'. En segundo lugar, es preciso entender los modelos como entidades “previamente interpretadas” al momento de su creación, o bien, como especificaciones ingeniosas de los mismos modelos abstractos definidos por los principios en cuestión. Luego, una teoría científica puede ser entendida de mejor manera que una mera entidad formal (o lingüística), si se considera como un modelo tan abstracto como el plan que uno puede formarse del viaje al supermecado que está apunto de realizar, incluso si esa entidad abstracta (i.e. el plan) nunca llegue a aplicarse, como en el caso de que el viaje planeado no se realize. Así entendidas, las teorías científicas, abstracciones mucho más complejas que las del ejemplo anterior, pueden ser creadas a partir de artefactos simbólicos (incluso, pero no exclusivamente, el lenguaje y las matemáticas) con el propósito de que ciertas partes de aquella puedan ser identificadas con rasgos del mundo real. Así caracterizada, esta carácterística principal de un modelo, llevado a su máxima expresión como Teoría Científica, no debe ser confundida con un proceso diádico o traductor de representación, puesto que es el modelo en sí mismo el que hace la representación, si no el agente, o el/la científico, que utiliza el modelo. Las similitudes entre el modelo y los aspectos del mundo es lo que permite a nuestros científicos explotar el modelo y las pertinentes analogías de mejor, manera. Y este es el proceso que también se puede realizar a través de modelos físicos, en la medida que reunan los requisistos comentados para el caso de los modelos abstractos, a saber, la posibilidad de ser utilizados para producir afirmaciones igualmente objetivas con relación a diversos aspectos del mundo.



1 Vallejos (1991) presenta una discusión relevante acerca de estas propuestas.


REFERENCIAS

Clark, A. (2006). Language, embodiment, and the cognitive niche. Trends in Cognitive Sciences Vol.10 No.8

Clark, A. (1997). Being There. Putting Brain, Body, and World Again. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press.

Clark, A. & Chalmers, D. (1998). The Extended Mind. Analysis 58: 10-23.

Clark, A. (In Press). Supersizing the Mind: Embodiment, Action, and Cognitive Extension. Oxford: oxford university Press

Dretske, F.I., 1981, Knowledge and the Flow of Information. Cambridge, MA: MIT Press.

Dretske, F.I., 1988, Explaining Behavior: Reasons in a World of Causes. Cambridge, MA: MIT Press.

Fodor, J.A., 1984, “Semantics, Wisconsin Style”, Synthese 59: 231-250.

Fodor, J.A., 1987, Psychosemantics: The Problem of Meaning the Philosophy of Mind. Cambridge, MA: MIT Press.

Giere, R. N. (2004). How Models are used to Represent Reality. Philosophy of Science 71, pp. 742-752.

Millikan, R.G., 1984, Language, Thought, and Other Biological Categories: New Foundations for Realism. Cambridge, MA: MIT Press.

Millikan, R.G., 1993, White Queen Psychology and Other Essays for Alice. Cambridge, MA: MIT Press.

Vallejos, G. (1991). La teoría representacional de la mente y el rol causal del contenido intencional. En Lenguas Modernas 18, 5-22.


Wilson, R. (2005). “Meaning Making in the Mind of the Externalist.” To appear in Richard Menary (editor) The Extended Mind (Ashgate, 2005)

.

No comments: