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La propuesta de D. Dennett en relación a una política educacional que incluya el estudio objetivo de todas las religiones organizadas no está dirigida –como algunos han planteado suspicazmente- a desincentivar la práctica de las mismas. De manera explícita, el filósofo norteamericano ha destacado el papel fundamental de las religiones en la organización cohesiva de las sociedades. Del mismo modo, ha profundizado en una explicación naturalista del fenómeno religioso, toda vez que la supervivencia de éste involucra un proceso evolutivo marcado por los continuos ajuste doctrinales que diversos grupos humanos han tenido que llevar a cabo con el propósito de obtener beneficios para su propia supervivencia como especie.
Dado que las religiones del mundo (especialmente las basadas en supuestos místicos y sobrenaturales) se fundan en dogmas, así como también en el intento permanente de sus “administradores” por desatender dogmas alternativos, el filósofo plantea incluir en los planes de estudio un tratamiento del tema orientado a los hechos (origen, información doctrinal, datos históricos, etc.). Su propuesta se resume en “romper el hechizo” ampliamente difundido de que este asunto no puede ser estudiado como fenómeno natural.
Adicionalmente, una política educacional de esta naturaleza permitiría exponer a todos los niños y niñas del mundo a una mirada no sesgada del fenómeno en cuestión, derecho del cual, en general, tienden a ser injustamente privados en la actualidad. No hay mito menos saludable para la humanidad que aquel que plantea que sólo se puede llegar a ser una buena persona en la medida en que se adhiera a una religión determinada. Este el tipo de falacias que Dennett, en su cometido, se propone derribar.
En su libro “Breaking the Spell”, Dennett intenta promover una mirada más amplia, no excluyente, del fenómeno de las religiones. “Demonizar” el propósito del autor sosteniendo un afán destructor de religiones es precisamente una muestra más de la intolerancia y la esquizofrenia moral muchas veces encubiertos detrás de la propaganda de quienes “administran” las religiones organizadas.
Pienso que a Daniel Dennett tampoco se le puede culpar, al menos por su libro, de intentar desplazar el rol gravitante que ciertas religiones juegan en los asuntos públicos de las sociedades occidentales.
No, por cierto que no. De eso, que se culpe a gente como yo.
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